lunes, 9 de diciembre de 2013

Antes socio que amigo.



La experiencia profesional me dice que la convivencia con un socio empresarial puede tener altibajos. De hecho, los tendrá. Y no se trata de algo negativo, sino de un elemento natural en cualquier relación profesional que nos va a ayudar a crecer como emprendedores, como profesionales, como inversores y hasta como personas.
Pero en toda relación profesional entre socios deben existir unas normas fijadas desde un primer momento para evitar que lo que comienza como un malentendido rutinario termine siendo una catástrofe que lastre el proyecto y lo lleve por un camino que solo tiene una solución nada positiva para el mismo: la separación entre los socios.
La primera norma básica en la relación entre los socios es asumir desde el primer minuto que cada uno tendrá participaciones en función de lo que aporte. Esto debe quedar por escrito en todo momento, fijando lo establecido en función de parámetros consensuados (acciones por inversión, por trabajo, por business intelligence, etc.).
Hecha esta distinción, el siguiente paso es establecer las labores que realizará cada uno de los socios en la empresa, coordinando en todo momento las tareas y determinando cuáles son las competencias de cada emprendedor, dejando el mínimo margen de improvisación posible. Lo mejor para un proyecto es repartir áreas de operación desde el comienzo.
De igual forma, también debemos establecer el compromiso de cada uno de los socios con la empresa, sobre todo a la hora de conocer qué se puede hacer y qué no se puede hacer en lo que respecta a colaboraciones externas. ¿Vamos a tiempo completo con el proyecto? ¿Compartiremos emprendimiento con un trabajo externo?
Suele suceder, sobre todo en la época de crisis actual, que los comienzos de nuevos proyectos no son ni mucho menos sencillos en lo económico, por lo que los socios mantienen sus puestos de trabajo. Si uno sacrifica su trabajo para emprender, debe recibir algún tipo de recompensa a cambio: mayor participaciones, importancia, retribuciones, etc.
Por último, pero algo fundamental: debemos saber dejar a un lado por completo los factores personales. En los negocios, un socio que sea un buen amigo es antes socio que amigo. Cuando se esté de copas en la calle es justo apostar por la amistad. Lógicamente, la amistad debe prevalecer en todo momento, pero necesitamos habilidad para separar.
Este último punto puede parecer radical, pero os puedo asegurar que no lo es para nada. No precisamente pocos emprendedores han acabado tirándose los trastos y exterminando el futuro de un proyecto por no haber concebido esta idea de separar elementos personales de profesionales. La relación entre socios requiere cumplir estas bases.

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